Todo a
oscuras. Como siempre, sin luz a las siete de la noche. Una escuálida vela me
acompañaba y un montón de sombras a mi alrededor. No entendía lo que pasaba, pero
algo me inquietaba. Inesperadamente, mi atención se centró en un agujero que se
encontraba en la pared. Sentía como se aceleraba mi corazón, tanto que casi
salía por mi boca. Pensamientos extraños retumbaban en mi cabeza. Pero ¿por qué
llamar mi atención un simple agujero? Intuí que alguien me observaba.
Mi
corazón estaba a punto de estallar por el gran temor que sentía. Un frío helado
recorría todo mi cuerpo, encajándose en mis huesos y en piel. Tenía la certeza de
que alguien me observaba. Cuando de pronto, pude descifrar lo inexplicable. Una
inquieta lagartija salió de su escondrijo con sus enormes ojos de espanto… ¡Zaz…!
¡Madre susto! –dije. ¡Descarada lagartija, casi me provocas un infarto…!
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