Estoy
como si estuviese en el cielo. Desde el balcón, miro hacia abajo y diviso el
correr del agua en la canaleta de la calle. Cientos de agujeritos abrillantados
en una sincronizada armonía, plasman destellos entre la luz y la oscuridad. La
lluvia humedece mi rostro, mis manos… Un chorro de agua cae por inercia en la
calle. La superficie húmeda, los techos húmedos… Mis oídos perciben el crepitar
del agua sobre los techos. Un susurro de suave brisa se escucha entre los
árboles, susurro que se rompe por el ruido de un avión en movimiento… Casas
tristes, ventanas tristes; todo bajo una tenue luz que asemeja un pueblo
fantasma… Once pasado meridiano… Ni un alma en el camino; lo único que puedo
apreciar es el pasar de los carros en la autopista… En este momento, lo ideal sería
un cigarrillo y un café para completar la atmósfera perfecta de soledad de un
escribiente en la oscuridad… El chirrido de los grillos y el zumbido de los
zancudos se hacen presentes (faltan las chicharras para finiquitar la orquesta,
pero ellas no salen de noche…a esa hora están durmiendo) Si yo invitase a los zancudos a acompañarme,
ya hubiese formado la gran fiesta (aunque no hace falta invitarlos, ellos son los
invitados inesperados…)
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