En medio de la rabieta, su actitud cambió por completo. Su rostro se transformó en el más horrendo de los monstruos, ojos endemoniados encendidos de ira; y mientras, por su boca, brotaban las más duras y violentas palabras que como lenguaradas de fuego quemaban todo lo que estaba a su alrededor. Allí comprendí que los dragones no solo existen en los cuentos, sino que cada uno de nosotros, en lo más profundo de nuestro ser, llevamos un dragón que en algún momento se dará a conocer.
(Texto seleccionado en el II Concurso de microrrelatos sobre dragones "Microdragones", Diversidad Literaria, Madrid/Año 2024)