Viene a mi mente de repente
el recuerdo enrarecido de mi vida:
la ilusión y el amor juvenil;
la imagen del caballero andante,
cual un Amadís de Gaula,
que defiende a su amada Oriana;
el dorado de una hermosa cabellera
y el rojo de unos labios encendidos,
la blancura de una tez tan delicada
y la fragancia de una piel que aún no se olvida…
Al igual que las hojas secas
caídas del viejo árbol del jardín de los sueños,
pasan los días, los meses y los años
y por más que hayan cosas que han transcurrido
ese recuerdo, aunque muy desvanecido,
está muy bien guardado
en las profundidades del cofre del olvido.
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