- ¿Por
qué no acudiste a tiempo, Anastasia? Te hubiese ayudado – Asintió el Oncólogo.
Sin
un ápice de expresión en su rostro desencajado, no podía ocultar la tragedia
que marcaba su vida. No había otra salida. Su fin era inminente. Sin dinero, ni
esperanza, ni salud; con una escuálida lágrima rodando por su mejilla,
respondió:
- ¿Acaso
usted me ha exonerado la consulta?
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