- ¿Por
qué no hablan? – Me pregunté.
- A los animales sólo les falta eso: hablar -
medité.
Si
hubieses podido emitir un solo sonido vocálico-consonántico, yo habría sabido
que te pasaba (- cosa de locos ¿no? -). Pero nada, no fue ni es así. Tus ojitos saltones
mostraban el desespero por no poder pedir ayuda ni decir que te pasaba.
- ¡Y yo
sin saber qué hacer...! - sollocé.
Se acabó. En un solo suspiro se acabó tu vida, Bibi…
No hay comentarios:
Publicar un comentario